“El principito”, de Antoine de Saint-Exupéry

 Le fueron presentados unos niños para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron. Pero Jesús dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se los impidáis, porque de los tales es el reino de los cielos”.
Es que para entrar al reino de los cielos es necesario volver a nacer y ser como un niño. ¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿O acaso es probable volver a entrar en el vientre de la madre y nuevamente nacer?
Antoine de Saint-Exupéry opinaba que los niños han de tener mucha tolerancia con los adultos, por eso escribió un relato sobre un pequeño príncipe que vivía en un planeta y se lo dedicó a su amigo León Werth, pero cuando León Werth era niño.
A León Werth
Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor es capaz de entenderlo todo, hasta los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Verdaderamente necesita consuelo. Si todas esas excusas no bastasen, bien puedo dedicar este libro al niño que una vez fue esta persona mayor. Todos los mayores han sido primero niños. (Pero pocos lo recuerdan). Corrijo, pues, mi dedicatoria:
A León Werth
Cuando era niño
Para entrar en el reino de los cielos hay que ser como un niño y ver las cosas como tal. Los adultos están contaminados de mundo y no pueden ver las cosas con claridad a menos que vuelvan a nacer de agua y espíritu para ser inocentes de nuevo.
Eso explica por qué un adulto ve un sombrero en un dibujo que obviamente representa a una boa que se tragó a un elefante. Los adultos están ciegos, y por eso los niños deben tenerles mucha paciencia.
Los adultos sólo piensa en dinero, sexo y las diferentes formas de la política: religión, fútbol, economía. El progreso como forma de vida. Pero Albert Einstein escribió que “la palabra progreso no tiene ningún sentido mientras haya niños infelices“.
Hoy quiero invitarlo a que vuelva a leer “El Principito“, y si no lo hizo nunca, léalo inmediatamente antes de que sea tarde, porque la muerte lo puede sorprender siendo adulto y eso sí que significaría una auténtica desgracia.

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